oco después de concluir sus estudios en Royal College of Music de Londres en 1933, Benjamin Britten recibió el encargo de su hermano Robert, profesor de una escuela infantil en Gales, de componer una obra para coro infantil y piano destinada a sus clases de canto, que se celebraban los viernes por la tarde.

De esta forma surgirá el ciclo de canciones Friday Afternoons (Viernes por la tarde), así como una relación con el mundo infantil que Britten no abandonará a lo largo de su vida, como demuestra su catálogo. Los textos del ciclo, de diversa procedencia -desde rimas infantiles tradicionales hasta poemas de autores como Walter de la Mare-, muestran la capacidad de un Britten de apenas 20 años para combinar, a través de piezas breves, diferentes caracteres: humorístico, lírico o contemplativo. La versión que se presenta en este concierto es un arreglo para orquesta de cuerda y coro infantil.

Hace 70 años sonó por primera vez una de las obras más emblemáticas e influyentes de la música electroacústica: El canto de los adolescentes de Karlheinz Stockhausen. Compuesta entre 1955 y 1956, combina la voz de un niño -grabada en diferentes alturas y timbres- con sonidos electrónicos generados en estudio. En aquellos años, Stockhausen tuvo la idea de escribir una pieza musical en la que el propio texto fuese tratado como una nueva escala musical: por un lado, el texto puro y comprensible; por el otro, transformado en un elemento sonoro, hasta el punto de la ininteligibilidad. El título hace referencia a los jóvenes protagonistas de los textos bíblicos utilizados, ya que la obra estaba pesada como cierre de una suerte de misa electrónica. El canto de los adolescentes anticipó muchas de las técnicas que definirían la música electroacústica y el arte sonoro posteriores.

“Trabajamos en un de los rincones más bellos, en uno de los ambientes más brujos del mundo”, escribió la dramaturga María Lejárraga a Manuel de Falla en 1915, durante la creación de El Amor Brujo. La unión del matrimonio Martínez Sierra y Manuel de Falla ha sido una de las más fructíferas uniones artísticas de la historia de la música española. La estrecha amistad que surgió entre ellos, se tradujo en unos libretos perfectamente adaptados a los gustos e intereses artísticos de Falla, permitiéndole trabajar y experimentar géneros que no había antes trabajado, y que supusieron una renovación en la escena dramático- musical española del momento.

El mejor ejemplo de ello es El Amor Brujo, la gitanería en dos cuadros que supuso una nueva etapa, tanto en el estilo compositivo de Falla, como en la escena musical española. En este programa, se presenta la obra en su versión original de 1915, y con la participación del cantaor y artista multidisciplinar Niño de Elche, una de las figuras más interesantes de la escena musical contemporánea.