Con el paso de los años, la pintura de Mark Rothko fue liberándose de las convenciones pictóricas. Las manchas de color de sus pinturas de los años 40 fueron ampliándose hasta sus célebres masas de color, dando como resultado una pintura más expansiva, hasta llegar a sus pinturas grises y negras de finales de los años 60. En algunas ocasiones, como en sus últimos años, desarrolló proyectos en los que la propuesta pictórica no se reducía a un lienzo, sino a un conjunto de cuadros distribuidos a lo largo de la sala, con los que aspiraba crear una atmósfera concreta, como fue el caso de los Seagram Murals (1958), la Rothko Room en la Philips Collection (1960) o la Rothko Chapel en Houston (1965-1967), con 14 lienzos.

En 1970, Rothko, tras años de graves problemas relacionados con la depresión, decidió acabar con su vida. Fue al año siguiente, en 1971, durante la inauguración de la Rothko Chapel, cuando el compositor Morton Feldman recibió la proposición de hacer una composición inspirada en la capilla de Rothko. Feldman había vivido de primera mano todo el avance de la pintura americana de los últimos años; tanto es así que llegó a afirmar que los pintores neoyorquinos habían sido una influencia extremadamente fuerte en su vida creativa, “mucho más que los compositores”. Feldman, cuya música admiraba Rothko, compuso una obra enigmática para viola, percusión, celesta y coro que ejemplifica la forma con la que Feldman definía sus composiciones: “lienzos de tiempo”.

El concierto comienza con una de las obras más radicales del compositor La Monte Young Composition 1960, que como si de un lienzo sonoro se tratase, pide tocar dos notas “durante el mayor tiempo posible”. Al escuchar esa dos notas a lo largo del tiempo comenzamos a percibir la complejidad sonora que encierra cada nota. Su consonancia, su roces. Nunca una nota es una, sino muchas.

El programa continúa con un recorrido imaginario sobre uno de los grandes cuadros del paisajista inglés John Constable (1776-1837), uno de los pintores más importantes de su generación. Su pintura, como su mirada, estuvo centrada toda su vida en retratar su Suffolk natal, en observar cómo el color es la muestra visual del poder del tiempo. En 1821, comenzó a pintar The Grove, cuadro protagonizado por la Casa de Admiral, un edificio que Constable había pintado en numerosas ocasiones, pero en esta ocasión la casa sucumbe al poder de la naturaleza que la rodea. Este cuadro fue una fuente de inspiración para los pintores impresionistas debido a que es uno de los primeros lienzos en los que Constable utiliza el color blanco puro, sin mezclar.

Sobre la observación del cuadro de Constable habrá una breve narración, y se interpretarán dos piezas: un movimiento de una de las 12 fantasías para viola sola de Telemann, y Manto II de Giacinto Scelsi, en la que, como si de un juego de colores se tratase, toma como referencia la nota Mib y la moldea, estirándola, contrayéndola, mezclándola... Tal y como hace Constable con el blanco, que se transfigura tomando nuevas tonalidades y significados.

Como en otras de sus obras, Alvin Lucier, figura clave de la experimentación sonora tras John Cage, explora con Ricochet Lady las posibilidades sonoras del glockenspiel, instrumento de percusión de láminas metálicas afinadas. Una obra que muta dependiendo del lugar en el que se interprete y con la que Lucier, una vez más, nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de escuchar de otro modo.

El programa se completa, a modo de punto de fuga, con un extracto de uno de los reportajes de la serie de pruebas atómicas que se llevaron a cabo en los años 50 en Nevada, Estados Unidos. Un recordatorio de “nuestro tiempo”.